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Odiado y despreciado

Diciembre 30th, 2024

Isaías 52:13—53:3

Hay una vieja canción infantil que comienza: “A nadie le gusto, todo el mundo me odia, ¡creo que iré a comer gusanos!” No sé ustedes, pero no importa cuán poco amado me sienta, creo que transmitiré los gusanos.

Si alguien tenía una razón para cantar una canción sobre comer gusanos, era Jesús. Isaías profetizó que el Hijo de Dios sería desagradable, no deseado, y soportaría mucho sufrimiento y dolor. Jesucristo no merecía ninguna de las palabras desagradables, el maltrato o la angustia que se le presentaron. Cristo era perfecto y sin pecado. Ni una sola vez hizo nada que mereciera tal castigo.

Sin embargo, Dios tenía un plan. Una vez en un jardín, dos personas tomaron una decisión que tuvo consecuencias para toda la humanidad. Se necesitaría un cordero sin pecado y sin mancha para salvar el abismo que nos separaba de Dios. Puesto que Dios anhelaba estar en relación con Su creación, envió a Su único Hijo a este mundo para llevar nuestro pecado y vergüenza para que tú y yo pudiéramos disfrutar de la dulce comunión con el Padre, ahora y para siempre.

Autor: Andrea Talley

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