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Septiembre 26th, 2011
Salmos 106:1-12
Un periodista estadounidense que conozco voló al norte de África para escribir sobre los refugiados que huían de la guerra en Eritrea. Una vez que aterrizó, viajó en autobús durante varias horas más, y luego caminó unas cuantas más antes de llegar al campamento donde se quedaría. Era de noche cuando llegó, y se desplomó de fatiga en el catre de su tienda. Su reportaje sobre el sufrimiento de los refugiados comenzaría al día siguiente.
Pero antes de que pudiera conciliar el sueño, los sonidos del campamento se filtraron en su mente consciente. Se levantó de la cama, de su tienda y siguió sus oídos. ¡Estaba cantando! Su guía dijo que la gente cantaba sobre su historia, sus costumbres, sus tradiciones, sus leyes. De esa manera, la generación más joven conocería la historia de su pueblo. Debido a que eran refugiados, no tenían bibliotecas u otros archivos que les contaran la historia. Los ancianos se lo decían a través de una canción para que los demás no lo olvidaran.
“¿Quién puede proclamar las maravillas del Señor?” Podemos.